Talleres presenciales: bordar, crear y compartir
No es solo un taller de bordado. Es un lugar para encontrarnos, para detener el tiempo y mirar con calma lo que nuestras manos son capaces de hacer. Un espacio donde cada puntada es un pensamiento, cada color una emoción.
Quienes han asistido lo saben: en los talleres surgen conversaciones, conexiones y memorias. Recordamos cuándo tomamos aquella fotografía, por qué elegimos ese hilo, qué nos dice una imagen al bordarla. Y entonces algo sucede: la creatividad se enciende, casi sin darnos cuenta.
Dibujar, bordar, pintar… no importa la técnica. Todas comparten algo esencial: el gesto de hacer con las manos, la concentración tranquila que nos vincula con una misma y con las demás. No hay prisa, no hay exigencias. Solo ganas de compartir.
Los talleres presenciales nos devuelven el valor de lo cotidiano, nos invitan a mirar más despacio, a crear desde la experiencia y no desde la perfección. En ese entorno cálido y cuidado, aparecen ideas que no estaban antes. A veces es una flor improvisada, otras una conversación que nos cambia la perspectiva.
No es (solo) bordado. Es escucha, es presencia, es comunidad.
Y por eso repetimos. Porque lo que se comparte se transforma. Porque volver al taller es volver a una misma, entre agujas, fotografías y palabras.
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